martes, 24 de enero de 2012

COMO LEER LA BIBLIA

Debido a que la Biblia es la palabra de Dios, su naturaleza es divina y espiritual. Tenemos que leerla con todas las partes de nuestro ser.

A. Primero, leyéndola con entendimiento
1) "Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras" (Lc. 24:45).
Al leer la Biblia, debemos primero usar el entendimiento de nuestra mente para comprender su texto, el cual está escrito en lenguaje humano, y conocer su significado.

B. Luego, leyéndola con sabiduría
1) "La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros ... en toda sabiduría" (Col. 3:16).

2) "Dios ... el Padre de gloria, os- dé_ espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él" (Ef. 1:17).
Estos dos versículos indican que necesitamos entender con sabiduría la palabra concerniente a las cosas divinas reveladas por Dios en la Biblia. Efesios 1:17 también nos muestra que tal sabiduría está unida a nuestro espíritu. Esta sabiduría no es la que tenemos por naturaleza, sino la que obtenemos por medio de la oración. Tal sabiduría en nuestro espíritu es más profunda y más alta que el entendimiento en nuestra mente. Entendemos la letra de la Biblia con el entendimiento en nuestra mente, y comprendemos la verdad de la Biblia por medio de la sabiduría en nuestro espíritu.

C. Finalmente, recibiéndola con el espíritu
1) "Y tomad ... la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en espíritu" (lit., Ef. 6:17-18).
Aquí se nos dice que recibamos la palabra de Dios orando en el espíritu. Esto nos revela que también necesitamos ejercitar nuestro espíritu cuando leemos y recibimos la palabra de Dios. Esto se hace, indudablemente, por medio de la oración. Por lo tanto, al leer la Biblia, después de haber entendido el significado del texto con nuestro entendimiento y haber comprendido la verdad del texto con nuestra sabiduría, debemos usar nuestro espíritu mediante la oración para recibir las verdades de la Escritura en la parte más profunda de nuestro ser, esto es, en nuestro espíritu. En otras palabras, después de haber entendido el texto y haber recibido la verdad que contiene, todavía debemos ejercitar nuestro espíritu para convertir en oración lo que hemos entendido y comprendido a fin de que la verdad sea asimilada en nuestro espíritu y así llegue a ser nuestro suministro de vida y la base de nuestra experiencia espiritual.

D. Orar-leyendo
Otra forma simple, espiritual y más benéfica de leer la Biblia es orar-leerla. Nosotros tomamos el texto bíblico como oración y oramos-leemos con él. No sólo leemos y oramos simultáneamente, u oramos y leemos, leemos y oramos; sino que también convertimos directamente el texto que leemos en las propias palabras de oración con las cuales oramos. A veces podemos aplicar el texto a nosotros mismos mediante la oración. Mientras más repetimos esta clase de orar-leer, más elevado y liberado llega a ser nuestro espíritu, y más grande, más profundo y más rico es el beneficio que recibimos.

lunes, 16 de enero de 2012

EL SEÑOR PREPARO AL HERMANO NEE POR MEDIO DE LA HERMANA M. E. BARBER

Después de la conversión del hermano Nee, él llegó a conocer a una hermana de edad avanzada que se llamaba M. E. Barber. La señorita Barber tenía como sesenta años cuando el hermano Nee la conoció. Ella era de Inglaterra. Cuando era una joven de alrededor de treinta años, fue enviada por una misión Metodista a la provincia donde vivía el hermano Nee en China. Mientras ella estaba allí, los compañeros de esa misión fraguaron un caso contra ella a causa de los celos que le tenían. Debido a estos informes falsos, los directivos de la misión le pidieron que regresara a Inglaterra.
Ella era una persona que conocía al Señor de una manera viva, y siempre se ejercitaba en aprender las lecciones de la cruz. Cuando volvió, tomó la decisión de no decir ni una sola palabra para reivindicarse. Se quedó en Inglaterra por varios años. En cierto momento, el presidente del comité directivo de la misión se dio cuenta de que ella había sido acusada
falsamente. El le pidió que le dijera la verdad. Le dijo a la señorita Barber: "Yo sé que usted está aprendiendo las lecciones de la cruz y que no diría nada para su propio beneficio. Puesto que usted ha aprendido algo de la autoridad del Señor, yo le pido, en calidad de uno que tiene autoridad sobre usted, que me diga la verdad". Así que, la señorita Barber se apoyó en esto para decir la verdad respecto de su caso. Fue vindicada, y los directivos tomaron inmediatamente la decisión de enviarla de nuevo a China.
Antes de aquella ocasión, ella empezó a conocer el camino del Señor respecto de Su iglesia. Llegó a conocer a D. M. Panton, quien era un alumno del gran maestro Robert Govett. El hermano Panton se había dado cuenta de los males del denominacionalismo, y se reunía con otros fuera de las denominaciones. Según la luz que tenemos hoy, podemos ver que él no tenía mucha claridad, por el lado positivo, respecto de la práctica adecuada de la vida apropiada de la iglesia, pero sí tuvo mucha claridad, por el lado negativo, respecto del denominacionalismo. Después de que la señorita Barber se puso en contacto con el grupo de D. M. Panton, tuvo claridad acerca de las denominaciones. Entonces renunció a su puesto como misionera de la misión Metodista. Después de mucha oración, pudo ver claramente que el Señor la enviaría de nuevo a China según la dirección del Señor y no según alguna misión. Volvió a China, en términos humanos, por su cuenta y riesgo. Volvió allí por sí misma a fin de trabajar para el Señor, y escogió un pueblo muy pequeño cerca de Foochow, el pueblo natal del hermano Nee. La pequeña aldea donde ella se instaló se llamaba Pagoda. La señorita Barber permaneció allí sin viajar mucho y sin hacerse ninguna propaganda. Ella simplemente permaneció allí y oraba día y noche.
El hermano Nee llegó a conocerla poco después de su conversión, y recibió mucha ayuda de ella. En varias ocasiones que él pasó conmigo personalmente, me habló respecto de su relación con la señorita Barber. Inicialmente, el hermano Nee estaba entre un grupo de hermanos y hermanas jóvenes que eran recién salvos e iban a visitar a la señorita Barber. Ella tenía mucha profundidad y también
era muy estricta. Por ser tan estricta, ella solía reprender a aquellos a quienes estaba perfeccionando. Después de un tiempo, el único que seguía yendo a ver a la señorita Barber era el hermano Nee. El hermano Nee me contó que siempre que él iba a la casa de ella, era reprendido. Me dijo que cuanto más ella lo reprendía, más él se forzaba a ir a ella para ser reprendido. El dijo que él hacía esto porque recibía mucha ayuda de ella.
En 1936 fui invitado a la parte central de China. Después de algunos días, el hermano Nee también fue invitado allí, y nos alojamos juntos. El me dijo: "Hermano Lee, si la señorita Barber todavía viviera, estaríamos mucho mejor de lo que estamos hoy". Luego dijo: "En 1933 fui a Europa y visité a muchas personas espirituales. Evaluando en lo profundo de mi ser, puedo decir que ninguna persona espiritual de las que visité en el mundo occidental en aquella ocasión, podría compararse con la señorita Barber en cuanto a lo espiritual". Esto nos muestra la clase de preparativo que el Señor hizo para darnos al hermano Nee, Su siervo, Su don.
La señorita Barber fue a estar con el Señor en 1929. Aquel fue casi el mismo año en que el hermano Nee acabó de escribir El hombre espiritual. La señorita Barber, en su testamento, dio todos sus bienes al hermano Nee. Por supuesto, ella no poseía muchas cosas, pero legó al hermano Nee su Biblia con todas sus notas en ella. Aquello fue muy valioso. Más adelante, el hermano Nee me dijo que él pensaba escribir una biografía de M. E. Barber, pero no pudo sacar el tiempo para hacerlo. Fue una verdadera pérdida para nosotros que el hermano Nee nunca hubiese hallado el tiempo para escribir dicha biografía. Si él hubiese podido realizarlo, esto habría sido una gran ayuda para nosotros aun hoy.
Según lo que el hermano Nee me dijo, la hermana Barber fue una persona que siempre vivía en la presencia del Señor. Un día el hermano Nee fue a verla. Ella estaba en otro cuarto mientras él esperaba en la sala. Me dijo que mientras él esperaba, tuvo un sentido profundo de la presencia del Señor allí. Ella era una persona que tenía mucha profundidad en el Señor,, y., compuso varios himnos excelentes que están en
nuestro himnario. Todos sus himnos fueron muy profundos en el Señor.
Además, día tras día ella esperaba la venida de Señor. El último día de 1926, mientras caminaba con el hermano Nee y antes de voltear en una esquina para llegar a otra calle, ella le dijo al hermano Nee: "Quizá cuando demos vuelta en la esquina nos encontraremos con el Señor". Ella era una persona que esperaba la venida del Señor. Ella vivía y andaba en la presencia de nuestro Señor venidero. Nunca la conocí personalmente, pero después de oír lo que el hermano Nee me dijo, recibí una gran ayuda.
,Fue por medio de M. E. Barber que él recibió el cimiento de su vida espiritual. El hermano Nee solía decirle a la gente que él había obtenido salvación por medio de una hermana, y que también por medio de una hermana había recibido edificación, Siendo la hermana Barber una persona británica del mundo occidental, ella había conocido los famosos gigantes espirituales del cristianismo en su tiempo. A través de la hermana Barber, el hermano Nee llegó a conocer los más selectos libros espirituales escritos por personas tales como Robert Govett, D. M. Panton y Jesse Penn-Lewis. El hermano Nee conoció las mejores publicaciones en cuanto a la expo­sición de la Biblia y a la historia de la iglesia por medio de ella.
El hermano Nee era un lector asombroso y tenía una excelente capacidad de discernir y de seleccionar lo que era de Cristo para la vida cristiana y la vida de la iglesia. El mismo me dijo que en sus primeros días de ministerio, él daba al Señor una tercera parte de sus ingresos, guardaba un tercio para su sustento, y gastaba el otro tercio comprando libros.
El primer año que fui a Shanghái, me quedé con el hermano Nee como su huésped. Un día subió la escalera al cuarto donde yo estaba, trayendo consigo dos paquetes de libros; los puso en mi cama y dijo: "Esto es para usted", y luego se fue. Me había dado la obra de cuatro volúmenes de
Dean Alford titulada The New Testament for English Readers
[El Nuevo Testamento para lectores de habla inglesa]. Dean Alford era una autoridad en palabras griegas del Nuevo
Testamento. Estos cuatro volúmenes me proporcionaron una inmensa ayuda en el conocimiento de la Biblia. Los otros libros que el hermano Nee me dio fueron los cinco volúmenes de Juan Nelson Darby de su obra titulada Synopsis of the Books of the Bible [Sinopsis de los libros de la Biblia]. Su sinopsis de las Escrituras puede ser considerada la mejor de todas las exposiciones de la Biblia. Recibí bastante ayuda de esta sinopsis.
El hermano Nee me dijo que había hecho algunos pedidos en las librerías de Londres que vendían libros usados. Cada vez que ellos recibían algo que él hubiese ordenado, ellos se lo enviaban, y él les pagaba la factura. De este modo coleccionó todos los principales clásicos cristianos escritos desde el siglo primero hasta el presente. El tenía una de las mejores bibliotecas acerca de la historia de la iglesia, incluyendo las biografías y autobiografías de gigantes espiri­tuales a lo largo de los siglos junto con sus obras maestras.
Si desean conocer más detalles acerca de la vida del hermano Nee, yo les recomendaría que leyeran Watchman Nee s Testimony [El testimonio de Watchman Nee], recopilado por el hermano K. H. Weigh. Este libro incluye tres mensajes del testimonio que el mismo hermano Nee dio en 1936. Esto mensajes abarcan los primeros dieciséis años de la vida espiritual del hermano Nee. El hermano Weigh fue un compañero de clase del hermano Nee; fue salvo a través de él, y también fue un colaborador junto con él.
Ahora empezaré a presentar los acontecimientos de los últimos cincuenta años en unas pocas categorías. Primero, queremos ver las revelaciones que el Señor nos ha dado en estos últimos cincuenta años. En segundo lugar, queremos ver algo con respecto a la práctica de la vida de la iglesia. En tercer lugar, nos gustaría ver algo con respecto a la obra del hermano Nee, incluyendo sus viajes y sus publicaciones. Luego, queremos compartir respecto de los sufrimientos del hermano Nee, los ataques y la persecución que sufrió a lo largo de su ministerio. Quiero hablar de estas categorías principales de nuestra historia pasada. En este capítulo me gustaría hacer un recuento de las revelaciones que hemos
recibido del Señor en estos últimos cincuenta años hasta 1973. Enumeraré cuarenta y seis puntos principales.

Fuente: La Historia de la Iglesia y de las Iglesias Locales - Witness Lee

miércoles, 11 de enero de 2012

HUIR DE LAS PASIONES JUVENILES Y SEGUIR A CRISTO EN COMPAÑIA DE OTROS

Lectura bíblica: 2 Ti. 2:22; 3:15; Dn. 1:1-2, 5, 8
.

LA NECESIDAD DE TENER COMPAÑEROS
Debemos huir y seguir. Sin embargo, al tratar de hacerlo, descubrimos que no podemos hacerlo solos. La manera de huir de las pasiones juveniles y seguir a Cristo se encuentra en la última parte del versículo 22 de 2 Timoteo 2, donde dice: "Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor". Necesitan a "los que de corazón puro invocan al Señor". Uste­des solos no pueden avanzar.
La clave se encuentra en juntarse con "los que invocan". Una persona joven tal vez sea muy fuerte, pero su fuerza no tiene ningún valor. Satanás, el enemigo, es más fuerte que cualquier individuo; sin embargo, por la misericordia de Dios, tenemos a "los que invocan". De­bemos permanecer con "los que invocan al Señor de corazón puro".
Los jóvenes deben decidir hacerse compañeros de otros. Daniel tenía tres compañeros. Cuando los discípulos estaban con el Señor Jesús en el Nuevo Testamento, ninguno de ellos era individualista. En los evangelios se mencionan en pares: Pedro con Andrés, y Jacobo con Juan.
Los jóvenes necesitan por lo menos un compañero. Deben acudir al Señor y preguntar si verdaderamente tienen un compañero con quien seguirlo.
Josué tal vez decía que Caleb era su compañero, y Caleb que Josué era el suyo. Sin embar­go, es mejor tener tres o cuatro compañeros. Necesitamos más compañeros porque estos tiempos son peligrosos. Si tenemos cuatro compañeros que nos sostengan de cada lado, no caere­mos, no importa qué tormenta nos sobrevenga. Si uno está solo, puede ser atrapado por el enemigo. Sería bueno que cua­tro o cinco jóvenes de la escuela secundaria se junten, es decir, que los hermanos jóvenes sean compañeros de otros jó­venes, y que las hermanas jóvenes sean compañeras de otras jóvenes.
Nosotros necesitamos compañeros no solamente porque somos débiles estando solos, sino también porque somos per­sonas naturales. Según nuestra tendencia natural, es muy difícil tener compañeros. Nos agrada ser individualistas, y lo disfrutamos mucho. Tal vez no nos interese ningún hermano ni ninguna hermana, porque no son como nosotros; muchas veces exigimos que los demás sean como nosotros. Tal exigen­cia es diabólica. Si amamos al Señor, debemos relacionarnos con cualquier hermano o hermana, sin importarnos cómo sean. Es posible que algunos sean lentos o torpes y otros rápi­dos o astutos; tal vez sean como uno, o quizás sean lo opuesto a uno. Olvidémonos de todas las diferencias y hagámonos de compañeros. Si los jóvenes se agrupan, Satanás será avergon­zado. Este asunto es muy importante.
Si cinco jóvenes de bachillerato se agrupan y se unen, su colegio será "derribado". Si empiezan con cinco, en poco tiem­po, quizás en dos meses, serán quince. La predicación del evangelio en dicho colegio será como un fuego incontrolable.

También los estudiantes universitarios y los hermanos que trabajan necesitan compañeros. Ellos necesitan laborar jun­tos, convivir y andar diariamente juntos.
En Eclesiastés 4:12 dice: "Cordón de tres dobleces no se rompe pronto". Si una persona tiene cuatro compañeros, los cinco constituirán un cordón de cinco dobleces, y nada lo podrá romper. El evangelio que predique será poderoso. Ellos prevalecerán sobre los oyentes. La unidad del grupo convencerá a los demás, y Sata­nás será avergonzado.
No se agrupen de una forma intrascendente. No se hagan compañeros de un hermano porque hoy les simpatice, ni lo re­chacen luego cuando no les agrade su compañía. Si él es un hermano, deben recibirlo. Esto lo mantendrá humilde a uno y lo quebrantará. Necesitamos ser quebrantados. ¿Quién los quebrantará? Las esposas son buenas "quebrantadoras", pero no creo que ellas quebranten a sus esposos del todo. Los her­manos son muy buenos para "quebrantar" a aquellos con quienes se juntan.
Los jóvenes deben acudir al Señor para conseguir cuatro o cinco compañeros. Hasta la gente del mundo afirma que la unión hace la fuerza. Yo solo no me atrevo a hacer mucho, pero cuando tengo cuatro compañeros, me atrevo a hacer cualquier cosa. Los cinco compañeros siempre deben invocar el nombre del Señor juntos (2 Ti. 2:22). Deben juntarse cons­tantemente para compartir, orar-leer, orar y cuidar a los creyentes nuevos. El hermano nuevo que uno acaba de cono­cer también debe ser el hermano de los demás compañeros. De esta manera, un grupo de cinco santos tendrá quince nue­vos bajo su cuidado, y todos ellos serán salvos. El principio sobre el cual actúan los santos del Antiguo Testamento y tam­bién los del Nuevo consiste en agruparse. Los jóvenes deben huir de las pasiones juveniles y seguir al Señor con sus com­pañeros.



LEER LA PALABRA Y LOS MENSAJES
Hoy en día entre los jóvenes hay una alarmante escasez en cuanto a la Palabra. El Espíritu y la Palabra son como los dos pies sobre los cuales podemos estar firmes; sin embargo, mu­chos de los jóvenes no están firmes en ninguno de éstos. Debemos estar profundamente arraigados en el Espíritu y en la Palabra.
La Palabra santa es muy profunda y muchos cristianos quizás la hayan conocido solamente según la letra. En los grupos pequeños, los jóvenes deben aprender a entrar en la Palabra y conocerla profundamente según el espíritu, y no so­lamente según la letra. Esto requiere que ellos reciban ayuda, puesto que esto no es fácil. Por eso tenemos el deseo urgente de publicar muchos mensajes que les ayuden a conocer las co­sas espirituales de la vida, que se encuentran en la Biblia. También les revelarán la llave con la cual puedan entrar en las profundidades de la Palabra santa. Esta llave no se puede recibir solamente con enseñanzas, sino mediante nuestra lec­tura continua de los mensajes. Escuchar los mensajes estimula nuestro espíritu, pero eso no basta. Para que nues­tro espíritu sea arraigado en la Palabra, debemos leer los mensajes.
Una manera efectiva y práctica de leer los mensajes es te­nerlos en cada recinto de nuestra casa. Cada vez que uno se siente en la sala, en el comedor y aun en el baño, podrá leer algunas páginas. De este modo, uno podría terminar un men­saje cada tres días. Los jóvenes deben proponerse leer exclusivamente los mensajes cada vez que tengan un rato li­bre. Después de practicar esto por dos semanas, verán la diferencia en su experiencia.
No lean muy despacio ni muy rápido. Simplemente lean cuatro o cinco páginas cada día. Algunas veces cuando lle­guen a cierto punto, quizás tengan que examinarlo por algún tiempo; otras veces orarán o tendrán comunión al respecto. Leer pocas páginas por la mañana, además de su lectura del avivamiento matutino, les será de ayuda para el resto del día.
Si practicamos esto, leeremos más de cien mensajes al año y descubriremos la llave para conocer la Biblia. Se han escrito muchos libros acerca de cómo estudiar la Biblia, pero muy po­cos brindan verdadera ayuda. No hay un método mejor que leer unas cuantas páginas de los mensajes cada día, pues esto nos ayudará a digerir los versículos y los capítulos de la Bi­blia, y espontáneamente la verdad de la Palabra será inscrita y forjada en nuestro ser. Después de un año, muchas porcio­nes de la Palabra serán transparentes para nosotros. No es una carga leer unas cuantas páginas además del avivamiento matutino. Simplemente, necesitamos desarrollar el hábito de hacerlo.
Cada mensaje que doy requiere mucha preparación. Después de que lo doy, es pulido y luego lo leo cuidadosamen­te y muchas veces le añado algo. Aunque trabajo bastante en cada mensaje, disfruto al leerlo de nuevo, pues me trae refri­gerio, me nutre y me ilumina otra vez.
Debemos acudir a la Palabra llenos de vida. La debemos leer en porciones pequeñas cada vez que tengamos un mo­mento disponible. Es mejor leerla en orden, empezando con la primera página. No hay que decidir cuántas veces la leere­mos. Quizás leamos el Nuevo Testamento una o dos veces por año y el Antiguo Testamento una vez cada uno o dos años. Cuando lo terminemos de leer una vez, podemos empezar de nuevo y volver a leerlo. Es mejor leer pocos versículos cada día. Podemos leer antes o después de comer. En los días de trabajo, tal vez tengamos menos tiempo, pero durante los fi­nes de semana tendremos más tiempo y podemos leer más. Si leemos aunque sea cinco o diez minutos, recibiremos mucha ayuda. Lo importante es hacer de ello un hábito. Necesitamos los mensajes ya que nos ayudan a entender toda la Biblia. Los jóvenes deben practicar la lectura de esta manera tanto a so­las como con los compañeros de sus grupos.

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DECLARACIÓN DE FE: Puesto que consideramos a la Biblia como la única y completa revelación divina, tenemos la firme convicción de fe de...