HUIR DE LAS PASIONES JUVENILES Y SEGUIR A CRISTO EN COMPAÑIA DE OTROS

Lectura bíblica: 2 Ti. 2:22; 3:15; Dn. 1:1-2, 5, 8
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LA NECESIDAD DE TENER COMPAÑEROS
Debemos huir y seguir. Sin embargo, al tratar de hacerlo, descubrimos que no podemos hacerlo solos. La manera de huir de las pasiones juveniles y seguir a Cristo se encuentra en la última parte del versículo 22 de 2 Timoteo 2, donde dice: "Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor". Necesitan a "los que de corazón puro invocan al Señor". Uste­des solos no pueden avanzar.
La clave se encuentra en juntarse con "los que invocan". Una persona joven tal vez sea muy fuerte, pero su fuerza no tiene ningún valor. Satanás, el enemigo, es más fuerte que cualquier individuo; sin embargo, por la misericordia de Dios, tenemos a "los que invocan". De­bemos permanecer con "los que invocan al Señor de corazón puro".
Los jóvenes deben decidir hacerse compañeros de otros. Daniel tenía tres compañeros. Cuando los discípulos estaban con el Señor Jesús en el Nuevo Testamento, ninguno de ellos era individualista. En los evangelios se mencionan en pares: Pedro con Andrés, y Jacobo con Juan.
Los jóvenes necesitan por lo menos un compañero. Deben acudir al Señor y preguntar si verdaderamente tienen un compañero con quien seguirlo.
Josué tal vez decía que Caleb era su compañero, y Caleb que Josué era el suyo. Sin embar­go, es mejor tener tres o cuatro compañeros. Necesitamos más compañeros porque estos tiempos son peligrosos. Si tenemos cuatro compañeros que nos sostengan de cada lado, no caere­mos, no importa qué tormenta nos sobrevenga. Si uno está solo, puede ser atrapado por el enemigo. Sería bueno que cua­tro o cinco jóvenes de la escuela secundaria se junten, es decir, que los hermanos jóvenes sean compañeros de otros jó­venes, y que las hermanas jóvenes sean compañeras de otras jóvenes.
Nosotros necesitamos compañeros no solamente porque somos débiles estando solos, sino también porque somos per­sonas naturales. Según nuestra tendencia natural, es muy difícil tener compañeros. Nos agrada ser individualistas, y lo disfrutamos mucho. Tal vez no nos interese ningún hermano ni ninguna hermana, porque no son como nosotros; muchas veces exigimos que los demás sean como nosotros. Tal exigen­cia es diabólica. Si amamos al Señor, debemos relacionarnos con cualquier hermano o hermana, sin importarnos cómo sean. Es posible que algunos sean lentos o torpes y otros rápi­dos o astutos; tal vez sean como uno, o quizás sean lo opuesto a uno. Olvidémonos de todas las diferencias y hagámonos de compañeros. Si los jóvenes se agrupan, Satanás será avergon­zado. Este asunto es muy importante.
Si cinco jóvenes de bachillerato se agrupan y se unen, su colegio será "derribado". Si empiezan con cinco, en poco tiem­po, quizás en dos meses, serán quince. La predicación del evangelio en dicho colegio será como un fuego incontrolable.

También los estudiantes universitarios y los hermanos que trabajan necesitan compañeros. Ellos necesitan laborar jun­tos, convivir y andar diariamente juntos.
En Eclesiastés 4:12 dice: "Cordón de tres dobleces no se rompe pronto". Si una persona tiene cuatro compañeros, los cinco constituirán un cordón de cinco dobleces, y nada lo podrá romper. El evangelio que predique será poderoso. Ellos prevalecerán sobre los oyentes. La unidad del grupo convencerá a los demás, y Sata­nás será avergonzado.
No se agrupen de una forma intrascendente. No se hagan compañeros de un hermano porque hoy les simpatice, ni lo re­chacen luego cuando no les agrade su compañía. Si él es un hermano, deben recibirlo. Esto lo mantendrá humilde a uno y lo quebrantará. Necesitamos ser quebrantados. ¿Quién los quebrantará? Las esposas son buenas "quebrantadoras", pero no creo que ellas quebranten a sus esposos del todo. Los her­manos son muy buenos para "quebrantar" a aquellos con quienes se juntan.
Los jóvenes deben acudir al Señor para conseguir cuatro o cinco compañeros. Hasta la gente del mundo afirma que la unión hace la fuerza. Yo solo no me atrevo a hacer mucho, pero cuando tengo cuatro compañeros, me atrevo a hacer cualquier cosa. Los cinco compañeros siempre deben invocar el nombre del Señor juntos (2 Ti. 2:22). Deben juntarse cons­tantemente para compartir, orar-leer, orar y cuidar a los creyentes nuevos. El hermano nuevo que uno acaba de cono­cer también debe ser el hermano de los demás compañeros. De esta manera, un grupo de cinco santos tendrá quince nue­vos bajo su cuidado, y todos ellos serán salvos. El principio sobre el cual actúan los santos del Antiguo Testamento y tam­bién los del Nuevo consiste en agruparse. Los jóvenes deben huir de las pasiones juveniles y seguir al Señor con sus com­pañeros.



LEER LA PALABRA Y LOS MENSAJES
Hoy en día entre los jóvenes hay una alarmante escasez en cuanto a la Palabra. El Espíritu y la Palabra son como los dos pies sobre los cuales podemos estar firmes; sin embargo, mu­chos de los jóvenes no están firmes en ninguno de éstos. Debemos estar profundamente arraigados en el Espíritu y en la Palabra.
La Palabra santa es muy profunda y muchos cristianos quizás la hayan conocido solamente según la letra. En los grupos pequeños, los jóvenes deben aprender a entrar en la Palabra y conocerla profundamente según el espíritu, y no so­lamente según la letra. Esto requiere que ellos reciban ayuda, puesto que esto no es fácil. Por eso tenemos el deseo urgente de publicar muchos mensajes que les ayuden a conocer las co­sas espirituales de la vida, que se encuentran en la Biblia. También les revelarán la llave con la cual puedan entrar en las profundidades de la Palabra santa. Esta llave no se puede recibir solamente con enseñanzas, sino mediante nuestra lec­tura continua de los mensajes. Escuchar los mensajes estimula nuestro espíritu, pero eso no basta. Para que nues­tro espíritu sea arraigado en la Palabra, debemos leer los mensajes.
Una manera efectiva y práctica de leer los mensajes es te­nerlos en cada recinto de nuestra casa. Cada vez que uno se siente en la sala, en el comedor y aun en el baño, podrá leer algunas páginas. De este modo, uno podría terminar un men­saje cada tres días. Los jóvenes deben proponerse leer exclusivamente los mensajes cada vez que tengan un rato li­bre. Después de practicar esto por dos semanas, verán la diferencia en su experiencia.
No lean muy despacio ni muy rápido. Simplemente lean cuatro o cinco páginas cada día. Algunas veces cuando lle­guen a cierto punto, quizás tengan que examinarlo por algún tiempo; otras veces orarán o tendrán comunión al respecto. Leer pocas páginas por la mañana, además de su lectura del avivamiento matutino, les será de ayuda para el resto del día.
Si practicamos esto, leeremos más de cien mensajes al año y descubriremos la llave para conocer la Biblia. Se han escrito muchos libros acerca de cómo estudiar la Biblia, pero muy po­cos brindan verdadera ayuda. No hay un método mejor que leer unas cuantas páginas de los mensajes cada día, pues esto nos ayudará a digerir los versículos y los capítulos de la Bi­blia, y espontáneamente la verdad de la Palabra será inscrita y forjada en nuestro ser. Después de un año, muchas porcio­nes de la Palabra serán transparentes para nosotros. No es una carga leer unas cuantas páginas además del avivamiento matutino. Simplemente, necesitamos desarrollar el hábito de hacerlo.
Cada mensaje que doy requiere mucha preparación. Después de que lo doy, es pulido y luego lo leo cuidadosamen­te y muchas veces le añado algo. Aunque trabajo bastante en cada mensaje, disfruto al leerlo de nuevo, pues me trae refri­gerio, me nutre y me ilumina otra vez.
Debemos acudir a la Palabra llenos de vida. La debemos leer en porciones pequeñas cada vez que tengamos un mo­mento disponible. Es mejor leerla en orden, empezando con la primera página. No hay que decidir cuántas veces la leere­mos. Quizás leamos el Nuevo Testamento una o dos veces por año y el Antiguo Testamento una vez cada uno o dos años. Cuando lo terminemos de leer una vez, podemos empezar de nuevo y volver a leerlo. Es mejor leer pocos versículos cada día. Podemos leer antes o después de comer. En los días de trabajo, tal vez tengamos menos tiempo, pero durante los fi­nes de semana tendremos más tiempo y podemos leer más. Si leemos aunque sea cinco o diez minutos, recibiremos mucha ayuda. Lo importante es hacer de ello un hábito. Necesitamos los mensajes ya que nos ayudan a entender toda la Biblia. Los jóvenes deben practicar la lectura de esta manera tanto a so­las como con los compañeros de sus grupos.

Comentarios

  1. Amén. Tener compañeros es muy importante.
    “Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo. (10) Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante! (11) Además, si dos se acuestan juntos se mantienen calientes, pero uno solo ¿cómo se calentará? (12) Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo, dos lo resistirán. Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente”.
    Eclesiastés 4:9-12

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  2. Amén! 2Ti2:22 Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor

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